NOTAS DEL AUTOR SOBRE
EL
EFECTO ARCOIRIS: cuando la realidad es una simple masa de galletas.
Todavía
recuerdo como si fuera ayer cuando era pequeño, y los amigos y yo compartíamos
extraños pensamientos. Permitid que eche la vista atrás, que realice un flashback
personal, para explicar ciertas partes de la novela por la que dentro de poco pasaréis
vuestros ojos. Sin desvelar nada de nada, lo prometo. Y permitirme también que
lo haga en vuestras vidas, sabios lectores, que me meta un rato en el interior
de vuestras cabezas y de vuestras infancias, para que lo entendáis
individualmente.
Pues
la mente de un niño no tiene las limitaciones, casi ofensivas, que tiene la de
un adulto en pleno uso de sus facultades. Un crío cree no entender el mundo,
está lleno de preguntas, la mayor parte de ellas sin respuesta todavía, posee
una curiosidad sin igual, y está repleto de ganas de aprender. Es por ello que
me gusta escucharlos, leerlos, y observar sus dibujos. Desarrollan teorías
complejas para explicar la realidad en la que les han soltado de repente,
intentan la mayor parte de las veces dar algún sentido a cosas que no lo
tienen. Pero algo está claro: para ellos sí que tiene sentido el amor, la
compasión y la vida. Según van creciendo nos damos cuenta de que se le da la
vuelta a la tortilla, que van dando por hecho las cosas más vitales. Lo que
tenían por seguro se va disolviendo como una cucharada de cacao de bote, en una
disolución cada vez con más leche, cada vez con más años. En vez de
disolución, me atrevería a llamarlo con vuestro permiso desilusión. Se sustituye por valores e ideales que por norma
funcionan en la sociedad en la que viven: victimismo, odio, envidia y avaricia.
Pero
volvamos a cuando todos éramos esa cucharada de cacao, casi sin leche...
¿Quién
no se ha planteado en ciertas ocasiones que es la realidad? ¿Es el tiempo? ¿Es
el espacio? ¿Las dos cosas? ¿Siquiera existen? Si me tapo con una mano el ojo
izquierdo la veo de una manera. Diferente de si me tapo el ojo derecho, o si me
pongo un pañuelo de colores traslucido en los dos; si las manos las pongo en
las orejas, lo escucho todo atenuado. ¿Cómo ve un ciego? ¿Cómo escucha un
sordo? ¿Cómo cambia de perspectiva un manco? ¿En qué condiciones lo percibes
tú, osado lector? Es sólo un pequeño gran juego para un niño, uno en el que
cree que puede modificar la realidad a su antojo con el poder de la
imaginación. Sólo tiene que descubrir una forma diferente de hacer las cosas,
de ver el mundo. Y es muy divertido jugarlo, como si fuera un sueño que controlas
casi completamente. Mis amigos y yo pasábamos horas realizando monerías de este
tipo, simulando espionajes, librando épicas guerras, emulando a futbolistas,
cantantes, ciclistas, políticos y hasta repartidores de periódicos. Todo era
posible y éramos unos genios. En definitiva, se explora el mundo.
Incluso
parar el tiempo. Volver atrás en él o ir al futuro, como si fuera un sencillo
viaje a través de un túnel de colores, dando vueltas repetidas veces a una
columna, o en una estrambótica máquina imaginaria, que hace ruidos estridentes
y suelta vapor a chorro. ¿Quién no ha querido volver atrás a una época concreta,
y con todo lo que sabemos en aquel momento de nuestra existencia, para cambiar
las cosas a nuestro favor? Incluso de mayores. Claro, luego entran las dudas y
las paradojas en el juego. Si recordáramos todo, tendríamos dentro de nuestras pequeñas cabezas dos vidas paralelas:
una que desaparece, que fue y ya no es; otra que está siendo y puede ser. Ya no
podríamos llegar de nuevo a aquel momento de nuestra existencia que dejamos de
lado para siempre. Quizás no pudiéramos volver de nuevo atrás, o quizás sí.
¿Seríamos capaces de volver atrás de nuevo e intentar ser como fuimos la
primera vez? Sólo si algo sale mal, claro, o es inquietantemente diferente. ¿Y
si no nos acordamos de nada cuando viajamos al pasado? Es posible, si tenemos
en cuenta que nuestras neuronas también viajarían. Viviríamos nuestra vida una
y otra vez, en un bucle infinito de posibilidades en las que siempre elegimos
la misma. Una y otra vez viajaríamos en el tiempo cuando llegase el momento en
el que lo hicimos la primera vez, vetando la posibilidad de comprobar que hay
detrás de ese instante que nunca sucederá. Si es posible en tu mente ahora
mismo, piensa que puede ser que estés viviendo en círculos, dándote cuenta nada
más con un par de deja-vu que dejamos de lado como algo anecdótico.
Y
sabiendo esto, ese juego de traviesos chavales que entrama un tiempo que no
tiene fin, ni principio, ni siquiera sentido, ¿qué es la realidad entonces? Un
niño lo sabe de sobra, por lo que los físicos cuánticos le han dado una
explicación teórica. Algunos piensan que son locuras de viejos con bata blanca.
Recordar que algunos han sido premios nobeles, y grandes pensadores. Remontémonos
a lo que sabemos hasta ahora. Los filósofos griegos intentaron dividir todo el mundo
conocido, examinarlo por partes cada vez más pequeñas, para explicarse esta
misma pregunta que nos hacemos hoy. Lo diseccionaron todo tanto que tuvieron
que inventar una partícula que no
pudieran separar en partes, que explicara la materia como no podían hacer con
la simple vista: agua, tierra, fuego y aire. Le llamaron átomo, que literalmente significa en griego indivisible. Para mis lectores más curiosos, decir que el señor que
bautizó aquella partícula se llamaba Demócrito. Bendita inocencia, diremos.
Pero piensa que tú tampoco puedes percibirlo, que simplemente has visto una
foto de un libro de texto, y que te la pueden haber colado. El mundo era plano
hasta hace no mucho, y esto era un hecho demostrable, parece ser. Siglos más tarde,
se descubrió que lo indivisible se podía dividir. Qué curioso. Se notaba que los
griegos no eran niños gritando que el infinito existía. Nació el núcleo, los
electrones, los protones, los neutrones... con aquellas teorías se creó la
electricidad, y también la física nuclear. Todo se volvió vectorial en la
sociedad, diagramas de flujo, flechas apuntando cuadros de texto, esquemas sin
decoro y metodología casi piramidal. Si el universo es así, nosotros debíamos
ser uno con él. Nunca nos entregamos tanto a él a como lo hacemos en la
actualidad.
Pero
una duda existencial planea sobre nuestras cabezas, por sus estanterías
cuadradas llenas de libros ordenados. Los ilustres cerebros de nuestro tiempo
descubrieron que en realidad, el átomo está vacío. que eran ondas prácticamente
sin masa, y los electrones aparecían y desaparecían. ¿Dónde van? ¿De dónde
vienen? De hecho no podemos atravesar una pared por la repulsión magnética, no
porque sea una masa impenetrable. La verdad que nos han dibujado puede ser hasta
esotérica. ¿Qué es la realidad? ¿Ondas y electrones que nuestros sentidos dan
forma, y nos avisan de lo que es posible y de lo que no lo es?
Entonces
llegaron los físicos cuánticos, cocteleros de las ciencias humanas. Nos
hicieron un combinado de física y metafísica, números y letras. Y
experimentaron. Teorizaron sobre la idea de que dos posibilidades o más eran
posibles al mismo tiempo, que únicamente se fijaba en una realidad concreta
cuando un observador pensara en ello. Crearon el multiverso, no sólo el universo.
Primero
el planeta Tierra era el centro de todo, luego el sol, luego un lejano agujero
negro en el centro de la Vía Láctea, luego el Big Bang y cientos de miles de
galaxias ¿Y ahora hay más de un universo? Aguafiestas.
¿Ahora como le llamamos al centro de todo eso? ¿Donde está la parte indivisible
por arriba? ¿Y por abajo? ¿Son todo ondas?
Todo
esto, a un adulto educado en sociedad
occidental, se le debe de hacer imposible. Inimaginable ¿Para qué? Menuda
pérdida de energía mental. Pero yo voy más allá, y con mi mente de niño travieso, te lo voy a descolocar de nuevo: ¿Y si el espacio se curva sobre sí mismo y lo
pequeño es lo mismo que lo grande? ¿Y si el tiempo y el espacio son sólo una
mera posibilidad en la que nadamos? Porque nadie sabe si en realidad lo pequeño
es lo grande, lo grande es lo pequeño. Ni siquiera si existimos. Porque quizás
el Big Bang solo fue una singularidad, basada en la peripecia de que podía
haber pasado y pasó, y que a la vez no está pasando en infinitos multiversos.
Tal vez no haya realidad a la que acudir, igual que no hay parte indivisible
por arriba ni por abajo.
Nunca
estuve a favor de diseccionar, de dividir. Ni siquiera para investigar. Si me
quitas el dedo de la mano, podrás analizar un dedo. Si me quitas un pie, podrás
estudiar un pie. Lo mismo con cada parte de mi cuerpo. Pero no me estarás
entendiendo a mí, como ser entero. Es una limitación que choca frontalmente
contra la lógica más pura. No verlo como un todo, tratar de entenderlo, saber
que la realidad somos todos, y sobre todo tú.
Si
la realidad es esto, se puede manipular, se puede contabilizar y modificar. Son
sólo ondas de posibilidades.
En
el libro, estas ideas de espacio-tiempo, las presento de una manera que creo
comprensible, dentro de una historia ordenada por capítulos y que se acaba
curvando, de forma que vas a tener la tentación de leer el principio cuando te estés
leyendo el final. El ser humano es así de curioso por naturaleza. Intento jugar
con el espacio, que te hagas preguntas, y que formules tus propias respuestas.
Es una historia de amor, de ciencia ficción y una aventura. Quiero que te
vuelvas a sentir como un niño, y que disfrutes de un mundo cargado de
posibilidades, donde la avaricia de unos pocos lucha a muerte contra esa
libertad de soñar, donde los ideas preconcebidas de nuestra mente limitan
nuestros movimientos, y nos hacen cada vez más... esclavos. Donde la fragancia
de la vida es solo cuestión de perspectiva.
En
un par de semanas y para abrir boca, presentaré un capítulo que no formará
parte del libro, pero que transcurre en la mitad de la historia. No desvelará
prácticamente nada. Pero son los personajes protagonistas,
por llamarlos de algún modo, la parte nuclear divisible y a la vez indivisible
de novela, los que salen en dicho capítulo. Bruno y Svetlana. Si queréis
entender de un modo más completa la obra, como el pie que han separado de mi
cuerpo para estudiarlo, deberéis leerlo como lo que es, un anexo que forma parte de un todo.
Espero
que os guste.
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